Hace mucho tiempo que dejé de publicar artículos apareciendo en periódicos o otros blogs. Ya la gente fuera de Venezuela, y por lo menos algunos aquí, saben de que se trata la farsa que padecemos desde que el "gigante eterno" estafó al país una primera vez en 1998. Los que ayudaba a promocionar antes con mi modesto esfuerzo de blog ahora son estrellas fuera, dejando a la gente pasmada por la idea de un país que produzca gente del calibre de Milagros Socorro también produzca a Maduros y los ponga a mandar al desmadre la patria.
Hoy Milagros Socorro publica en su columna dominical del Nacional algo de suma importancia. En ella nos explica que el problema económico de Venezuela es que NUNCA ha existido el capitalismo, algo a lo cual siempre he concurrido. Por lo tanto el reflejo nuestro, como pueblo, es de esperar que el estado nos ofrezca todo. La terrible consecuencia de esta visión es que no creemos, ni deseamos que sea posible, que nuestro futuro dependa de nuestra trabajo, nuestros esfuerzos, nuestros valores y la ética. Somos un país de vivos esperando al vivo que nos guiará a la tierra prometida, antes la "del ta'barato, dame dos", y hoy la de las misiones para todos, empezando por la misión CADIVI para enriquecer los corruptos de la boliburguesia.
Nos sorprende al final Milagros Socorro al decir en voz clara que Henrique Capriles sigue por la misma vía, que si bien quiere devolvernos algo de libertad jurídica, y humana, no parece tener ninguna prisa en liberar la economía, cayendo por adelantado en ese temible reflejo de los que llegan al poder en Miraflores "ellos no pudieron controlar la economía pero yo sí". Esa renuencia a prometer la pronta eliminación de CADIVI, a prometer que las misiones se quedan pero serán "mejor administradas", a prometer que no se va a botar a nadie por mas inútil que sea ese sueldo, tendrá un carácter electoral, tal vez. Pero no somos pocos en creer que de tanto repetirlo empieza a creérselo, o por lo menos se entrampará. Este servidor mas de una vez expresó, en inglés, sus dudas sobre la voluntad de cambio de Capriles y la MUD. Ahora estoy encantado de leerlo en las palabras de Milagros Socorro y le doy todo su apoyo sabiendo los ataques a la cual la someterán los fanáticos de bando y bando. No puedo hacer menos que homenajear su valentía reproduciendo su texto integralmente a continuación. Pueden escribir y apoyar a @MilagrosSocorro por twitter o twittear esta entrada.
MILAGROS SOCORRO
El verdadero error supremo
3 DE NOVIEMBRE 2013
Sorna, indignación y una especie de generalizado sentimiento de superioridad ha despertado el anuncio de Maduro en relación con el Viceministerio de la Suprema Felicidad del Pueblo Venezolano, o algo así.
Y es natural que así sea. Ya desde el nombre del nuevo mamotreto burocrático, con esa retórica estúpida y evidentemente inspirada en el anciano mundo soviético, mueve a la risa. Indigna, porque se sabe que el nuevo tinglado será cocina para grandes guisos; sumidero por donde se irán inmensas sumas que el devaluado país necesita para tantas obras y reparaciones; mampara propagandística para un régimen sustentado en la mentira y la opacidad. Y despierta una suerte de satisfacción íntima, porque todo el mundo se siente menos idiota que Maduro y definitivamente menos cursi (lo que implica una mejor formación y ese pudor que viene con la educación); todo el mundo se cree capaz de albergar mejores ideas, de establecer un sistema de prioridades mucho más realista y, definitivamente, poseedor de una seriedad y una conexión de realidad que le impedirían concebir esa idea de jeva, que es un despacho tal.
Todo esto se sustenta en el hecho de que, para muchos observadores, la felicidad es algo que no puede decretarse, entre otras cosas, porque no significa lo mismo para todos; porque está sujeta a incontables imponderables; porque, paradójicamente, cuanto más quiere apresarse más elusiva se vuelve; porque depende de un delicado equilibrio que varía con las épocas (lo que ayer te hacía feliz, hoy te deja indiferente y mañana podría incluso irritarte); y porque reviste una condición imprescindible: solo se da en libertad.
Lo sorprendente es que esas personas, que están tan correctamente persuadidas de que la felicidad solo puede existir en ausencia de controles, aceptan con la mayor sumisión la tesis según la cual la felicidad de los pueblos tiene, como condición primordial, la vigilancia de la economía. Los mismos que se ríen ante la mención de que la felicidad puede ser planificada por un gobierno, admiten mansamente que la producción, el mercado y los precios pueden ser diseñados por un gobierno. Esos que califican a Maduro de demagogo y populista, tienen décadas diciendo que el gobierno es responsable de las necesidades de la sociedad y, por tanto, de él deben derivar empleo, producción de bienes y servicios y, en suma, un marco de regulaciones que constriña toda actividad económica.
Es más fácil hacer feliz a una comunidad (dispersando una sustancia de efecto tal en el acueducto, por ejemplo), que traer prosperidad y oportunidades mediante controles a la economía, que, finalmente, se rige por las condiciones que antes expusimos sobre la felicidad. Y, sin embargo, todos los partidos políticos, todos los discursos de todos los candidatos, en el pasado y en el presente, se cimientan en la promesa absurda de mejorar la economía… poniéndole algún tipo de torniquete.
Venezuela nunca ha tenido una economía libre. Jamás ha habido un verdadero capitalismo en Venezuela. La verdad es que todas las generaciones han procurado regímenes de controles económicos en diversos grados. Y siempre, pero siempre, han resultado negativos. Los logros económicos que el país tuvo en el pasado se debieron al enorme impulso que supone el petróleo, no hay duda; pero, a lo que voy, a que la economía supo colarse por los intersticios de las diversas formas de estrangulación de las libertades. Es decir, a pesar de la planificación.
Ahora, cuando los controles han llegado a dimensiones solo comparables con el desastre que han acarreado, los venezolanos deberíamos tener suficiente constatación de que los controles no traen más que pobreza, desabastecimiento, devaluación, desempleo, corrupción, desigualdad y falta de oportunidades.
Deberíamos, pues, reírnos a carcajadas, indignarnos y mirar por encima del hombro a quien sugiriera que la producción y la economía se estimulan poniéndoles alcabalas. Una concepción tan disparatada como la ocurrencia de hacer feliz a un colectivo desde una oficina con un nombre sacado del costurero de Kim Il-sun.
Pero lo cierto es que los mismos que se burlan de Maduro, por su dislate de imponer la felicidad a palos, aceptan sin mayor examen la propuesta de Henrique Capriles Radonski, por ejemplo, que suspende los alicates políticos, pero prolonga los económicos. Y donde diga “Hugo Chávez”, él rebautizará “Simón Bolívar”. Como si fuera concebible algo auspicioso a partir de una misión social.
Si me quedara algún ánimo libre de angustia, me reiría de todo eso.
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